LA Sheinbaum –entre cautelosa y asustada por lo que implica una amenaza de hablar con un cuchillo en el pescuezo– a no dudarlo ha de haber pasado todo el día de ayer, con las palmas sudorosas, cruzando todos los deditos de las manos e incluso los de los pies. Entre las últimas promesas del republicano en su discurso de cierre de campaña fue que, de llegar otra vez al Salón Oval, lo primero que haría sería comunicarse con la presidenta mexicana para advertirle que si no detienen “la embestida de criminales (los flujos migratorios) y drogas, a nuestro país impondré 25% de aranceles a todo lo que manden. Si no funciona, 50%. Si no funciona, 75% y si no funciona 100%”. (Así que “guerra avisada no mata soldado”). Pero no solo eso dijo. “Durante su gobierno –agregó– obligó a México a desplegar soldados para frenar el flujo de migrantes”. “México pagó por los soldados”. “Nos pagaron tanto…” aseguró.
Recordó haber tenido “una gran relación con Manuel López Obrador”. “Era un socialista… pero no se puede tener todo”, explicó, haciendo énfasis en “la invasión de migrantes desde México”. Así que ya saben a qué atenerse: “Comenzaré –insistió– con un 25%, es mucho”. “¿Saben que México es nuestro socio comercial número uno? ¿Saben a qué se debe eso?: Ganan una fortuna. Se han apoderado de nuestro país”. México “se convirtió en nuestro socio comercial número uno y nos están estafando a diestra y siniestra, es ridículo”. Sobre la amenaza, en su mañanera, la Sheinbaum intentó restar importancia, justificando que allá en Washington lo que ocupan es que les den “buena información”: “Va a haber buena relación –dijo, disimulando el nerviosismo– yo creo que es importante porque a veces no se tiene la información del esfuerzo que ha hecho México para disminuir la migración o la presencia de migrantes en la frontera a través de distintas áreas del gobierno que se han reunido, desde dar empleo en México hasta el retorno humanitario”. “De diciembre de 2023 al cierre de octubre hay una disminución del 75% de migrantes que llegan a la frontera norte”. (Fin de las citas). Recapitulando. En efecto –como varias veces se ha narrado en esta columna– durante la administración republicana, la advertencia de imponer aranceles a México si no paraban de tajo las caravanas de migrantes, resultó ser suficiente amenaza. AMLO mandó, más volando que corriendo, a negociar a su canciller a Washington.
Este regresó con las “buenas noticias” que el TLC estaba suspendido hasta segunda orden (pese a que no cabe la suspensión unilateral de un tratado), y si cumplían con las exigencias, negociarían uno nuevo. Las obligaciones al gobierno de AMLO: Desplegar 50 mil guardias nacionales a detener de romplón las caravanas, bloqueando el paso a los peregrinos. Aceptar –una especie de convenio de “tercer país seguro”– un programa denominado “Regresar a México”, obligando al gobierno mexicano recibir y dar refugio en su territorio a todos los que cruzaran la frontera, mientras resolvían en los Estados Unidos sus solicitudes de asilo. Trump, públicamente y en forma repetida manifestaba –mientras AMLO, cuidadito, sin hacer bulla para no enfadarlo, ni pío decía– que el gasto del muro fronterizo bajo construcción correría a cuenta de los mexicanos, y que México tendría que aceptar una negociación más desventajosa del nuevo TLC para pagar la factura. Y en efecto así sucedió. Uno de los pocos viajes –durante todo su período– que hizo el mexicano al extranjero, fue a firmar el nuevo TLC a la Casa Blanca. El primer ministro canadiense, por dignidad, prefirió no acudir a la cita. Sin embargo, a su regreso, en sus mañaneras, el mexicano –para dorar la píldora– fue a dar su versión a oídos de los “boca abierta”, que lo trataron “con respeto y apego a la no injerencia en los asuntos internos de su país”. (Al momento de escribir estas líneas –aclara el Sisimite– no se tienen noticias del desenlace de las elecciones en el “imperio”. -Bueno –interviene Winston– pero acá también hay muchos que han estado con los “deditos cruzados”, la mitad inclinados a un lado y la otra mitad al otro).