PASÓ el Halloween, pero varios curiosos del colectivo pidieron saber ¿cómo fue que engañaron al diablo? en la leyenda irlandesa del tipo ese Jack el Tacaño (Stinky Jack: el origen las jack-o’-lanterns (las calabazas talladas). Narra la historia que Jack, famoso por tacaño y astuto, se topó con el diablo, que venía a llevarse su alma. Jack le ofreció el alma, pero a cambio de tomarse un último trago. El diablo –según detalles de la consulta efectuada– “aceptó y se transformó en moneda para pagar la bebida”. “Y el truculento Jack en vez de pagar con la moneda, se la metió al bolsillo junto a una cruz de plata, atrapando al diablo sin que este pudiese recuperar su forma. Ahí lo anduvo hasta que convino liberar al demonio a cambio de la promesa que no se llevaría su alma durante diez años. Cuando se cumplió el plazo, el tipo le pidió al diablo que como último deseo quería que le alcanzara una fruta de la punta de un árbol. Cuando este se subió, Jack talló una cruz en el tronco atrapándolo en el árbol, y lo hizo prometer que nunca más reclamaría su alma. Cuando al fin murió no pudo entrar ni al cielo ni al infierno. El diablo fiel a su promesa le entregó un carbón ardiente para que pudiese iluminar su camino en la oscuridad. Así vagó como alma en pena con el carbón dentro de un nabo tallado (los norteamericanos por la abundancia de calabazas, más fáciles de tallar, las sustituyeron por los nabos), y de allí surge la creencia de colocar calabazas con candelas adentro en las puertas y en las ventanas, para guiar a los buenos espíritus y ahuyentar a los malos errantes”.
Otro lector del colectivo envió un video del origen de las brujas en la época medieval. Algo hay de cierto en la explicación de las imágenes, mezclado con mitos y anécdotas que fueron abonando al relato para hacerlo más atractivo. Es cierto que, “en la Edad Media, en muchas culturas europeas, la elaboración de la cerveza era una actividad doméstica asociada a las mujeres cerveceras”, conocidas como “alewives”. “Elaboraban cerveza para consumo familiar –una de las pocas actividades permitidas a la mujer– y para la venta en comunidades rurales”. “Los sombreros puntiagudos, parte de la vestimenta medieval, dizque usaban para distinguirse en los mercados concurridos –si bien pudieron usar cualquier tipo de sombrero para ser identificadas como vendedoras de cerveza– corresponde más al mito”. “El sombrero puntiagudo se asoció más tarde a la iconografía de las brujas, en parte debido a la persecución y los prejuicios contra las mujeres independientes o involucradas en actividades que las colocaban en el espacio público”. “La escoba colocada afuera de las puertas de sus casas –visible a vecinos, clientes y transeúntes– para indicar que la cerveza estaba lista, tiene algo de verdad”. Así fue que, con el tiempo, “la persecución de las brujas en Europa, fue relacionada a las mujeres cerveceras y a sus prácticas comerciales e independientes que las exponían a sospechas”. “Y los gatos en las escobas voladoras, que “las brujas utilizaban para transportarse” –otra vez, medias verdades, medias mentiras– forma parte de la iconología popular, ya que las mujeres en efecto tenían gatos para proteger los granos de roedores”.
(Entonces –tercia el Sisimite– ya ves de donde salen los gatos asociados a estas historias de susto. “Los granos y la cebada que usaban para hacer cerveza eran susceptibles a infestaciones de ratas y ratones, y los gatos eran una solución efectiva y natural para mantener alejadas a las plagas”. “Esta práctica era común y hacía que las mujeres que trabajaban con grano y cerveza fueran vistas a menudo en compañía de gatos”. -Se explica –comenta Winston– que en la Europa medieval y renacentista los gatos fueran vistos como criaturas misteriosas y hasta “maliciosas” en parte “por su comportamiento nocturno y su mirada aguda”. Así fue que en la cacería de brujas la iglesia y la sociedad comenzó a asociar mujeres independientes y a sus gatos con el “ocultismo” y la magia. Hasta se decía que las brujas podían transformarse en gatos y que estos animalitos eran “familiar spirits” (espíritus familiares) que asistían a las brujas en sus hechizos. -Vaya el machismo –que las mujeres de cierta independencia económica y social, especialmente si vivían solas–, fuesen vistas con sospecha estereotipadas de “brujas”. -Las gentes supersticiosas –suspira Winston– temerosas de prácticas no comprendidas, igual que ahora, rociando desconfianza. La imagen del gato negro, acompañando a “una bruja”, ha quedado como remanente de esos vudús. -¿Y no es por eso –tercia el Sisimite– donde se origina la superstición de mala suerte que un gato negro se le cruce a uno en el camino? -En defensa de mis camaradas –interviene Winston– en Egipto y otras culturas, los gatos (independientemente del color) eran venerados y considerados de buena suerte).