[Texto leído el 22 de octubre en el acto organizado por la Alcaldía de Managua, la Embajada de Honduras y la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua ante la tumba de Xatruch en el Cementerio San Pedro]
Jorge Eduardo Arellano
Secretario / AGHN
PESE A la abundante y consistente bibliografía en español e inglés que existe sobre la guerra centroamericana contra el filibusterismo esclavista, este acontecimiento histórico ––ocurrido esencialmente en la Nicaragua de 1855 a 1857–– continúa suscitando nuevas investigaciones.
Citaré cuatro novedosas. Entre nosotros, Aldo Díaz Lacayo detalló las omisiones de nuestra Guerra Nacional, es decir, aspectos aún no desarrollados hasta hoy. Un australiano radicado en Tanzania, Stephen Dando-Collins, publicó en Filadelfia la obra Tycon’s War (Guerra de magnates) acerca de comodoro Cornelius Vanderbilt contra sus ex socios aliados de William Walker.
En Costa Rica, aparte de varias novelas recientes inspiradas en las acciones antifilibusteras de su pueblo y gobierno, Yamil Jiménez Tabash ha difundido en dos tomos un Diccionario biográfico del filibusterismo. O sea: un listado biográfico ––en más de dos mil páginas–– de los hombres y mujeres que militaron en las filas filibusteras. Y el salvadoreño Carlos Pérez Pineda en su monografía Y perezca primero la patria que humillarse sin brío ni honor…, especifica al máximo la contribución militar de Guatemala, El Salvador y Honduras.
El convenio de Guatemala, El Salvador y Honduras
Al respecto, el 18 de julio de 1856, seis días después de la toma de posesión de la espuria presidencia de Walker, los tres gobiernos firmaron un convenio para enviar a Nicaragua cuatro mil soldados, distribuidos de la siguiente manera: 2.000 guatemaltecos, 1.500 salvadores y 500 hondureños. Pero el gobierno de Santos Guardiola, tras derrocar al de Trinidad Cabañas el 6 de octubre de 1855 con auxilio guatemalteco, no pudo cumplir con el convenio. En efecto, solo envió tardíamente entre 250 y 300 hombres, de los cuales 200 llegaron al teatro de la guerra en Granada, la tarde del 11 de diciembre de 1856, al mando del general Florencio Xatruch (1811-1893).
La noche del mismo día el contingente hondureño, no obstante su agotamiento por su larga marcha, participó íntegramente junto a soldados salvadoreños y nicaragüenses en un fuerte combate en la trinchera del barrio de Santa Lucía. Según informe del general Xatruch, en este primer combate su contingente sufrió bajas (entre muertos y heridos) que representaron el 15.5% de su fuerza total. En seguida, transcribo sus palabras: En esa acción
tuve la pérdida del Teniente Don Juan Arriaga, del Brigada Trinidad Castillo y cinco soldados, heridos de gravedad: los subtenientes don Jacinto Lozano, don Tomás Vásquez y don Damián Navarro. Severamente, los tenientes don Tiburcio Acosta, don Ramón Chévez y diecinueve de tropa, entre ellos algunos de gravedad.
La contribución de Honduras a la alianza antifilibustera resultó pequeña si la relacionamos con las de Guatemala y El Salvador. Una causa, entre otras, la explica: el temor del presidente Guardiola ante la posibilidad de que la oposición interna a su gobierno aprovechara la inversión de los escasos recursos del Estado en Nicaragua para organizar sus fuerzas y derrocarlo. Sin embargo, la fuerza militar hondureña no dejó de ser significativa.
Los combates del 23 y 24 de marzo de 1857
En la última fase de la lucha contra los filibusteros participó en los cruentos combates del 23 y 24 de marzo de 1857 en Rivas. El 23 sufrió 24 muertos (entre ellos un sargento, un cabo y 22 soldados) más 15 heridos, según la relación de su comandante Florencio Xatruch. Mientras que en el combate del 24 sufrió un muerto y cuatro heridos.
En Nandaime, el 23 de enero de 1857, Xatruch había sido nombrado jefe supremo de los ejércitos aliados en Nicaragua mediante un convenio firmado por todos los jefes militares aliados (incluido el de Costa Rica) en sustitución del general salvadoreño Ramón Belloso. En realidad, su nombramiento obedecía a los deseos de los jefes guatemaltecos y a la identificación de Xatruch con la causa de los legitimistas nicaragüenses en cuyas filas ––durante la guerra civil de 1854–– había militado, combatido y padecido junto con su hermano Pedro.
Pero la captura de los vapores de la Compañía del Tránsito por los costarricenses en el Río San Juan enfatuó al general José Joaquín Mora para asumir la responsabilidad de general en jefe de las fuerzas aliadas, el 19 de marzo de 1857, en el campamento de San Jorge, adonde había llegado el día anterior al frente de 560 soldados. Surgieron entonces rencillas entre Mora y los jefes de los otros contingentes militares, pero Xatruch cumplió la orden de ocupar La Puebla, barrio al sur de Rivas, el 26 de marzo del mismo año.
Al fuego de Xatruch contestaron los filibusteros con algunos disparos de artillería tratando de desalojarlo. Pero después de unas horas de combate, tuvieron que replegarse hacia la Plaza de Rivas. El punto avanzado de La Puebla hizo más grave la situación de Walker y animó a los aliados para llevar a cabo un ataque decisivo.
El gran historiador liberal Lorenzo Montufar reconoce la valentía de la fuerza expedicionaria de Honduras. Esta fue la única que no recibió refuerzos durante toda la campaña y, tras la victoria aliada, se reducía a un puñado de hombres que ingresaron a Comayagua con su jefe Florencio Xatruch el 12 de junio de 1857. Los veteranos de guerra hondureños fueron recibidos “con las mayores muestras de regocijo”. No en vano, de acuerdo con una comunicación del Ministerio de Relaciones Exteriores al jefe político del departamento de Comayagua, fechada el día anterior, habían prestado servicio como “heroicos defensores de la Independencia Nacional”.
He ahí, resumido, el aporte del general Florencio Xatruch y de su contingente, en nombre de su patria, a la expulsión del filibusterismo que amenazaba Centroamérica a mediados del siglo XIX. Como es sabido, el general Xatruch, quien desempeñaría importantes cargos políticos en su país, estuvo muy vinculado al nuestro, donde vivió algunos años y murió en Managua el 15 de febrero de 1893, siendo considerada su muerte “una pérdida nacional por gratitud a los grandes servicios que le prestó con su espada y porque aquí ––se leía en el obituario de La Gaceta–– se consideran como hermanos los hijos de las demás secciones en que hoy está dividida la Patria Centroamericana”.
Proclama antológica de Guardiola
Aprovecho para no olvidar que en Trujillo, Honduras, el 12 de septiembre de 1860, acabó sus días el heraldo del Destino Manifiesto que intentaría cuatro veces apoderarse de Nicaragua para luego realizar el proyecto sureño de construir un imperio esclavista en el Caribe (incluyendo la América Central). Y también para recordar que fue el presidente Santos Guardiola quien ordenó la ejecución de Walker y denunció su presencia en Honduras en una proclama poco conocida, firmada en Comayagua el 13 de agosto de 1860, la cual transcribo a continuación:
Hondureños:
Cuando toda la República gozaba de los beneficios de la paz y dedicaba mi atención a su mejoramiento y prosperidad, y cuando la readquisición de los importantes territorios del archipiélago de nuestro golfo en el Atlántico y La Mosquitia, habíase logrado después de mis constantes esfuerzos por la reivindicación de los derechos de Honduras, los filibusteros acaudillados por su antiguo y vandálico jefe William Walker, han osado agredir a mano armada el suelo de la Patria, y apoderándose por sorpresa del Puerto de Trujillo en la mañana del día 6 del mes actual, después de la resistencia que hiciera la guarnición de aquella plaza.
En vista de esta amenaza de muerte a nuestra entidad política, mi deber es llamaros a las armas para dar un severo escarmiento a esos piratas, vergüenza del siglo en que vivimos.
Hondureños: nuestra causa es la más santa, la más justa que debe defender un pueblo libre. La religión de nuestros mayores, el honor de nuestras familias, nuestras instituciones. Todo. Todo corre un grave peligro, si un pronto esfuerzo del patriotismo no se opone a la marcha de sangre y exterminio que ya otra vez ha marcado el paso del filibusterismo hacia la hermosa República de Nicaragua.
La esclavitud es la enseña de los forajidos salidos de la hez de los Estados Unidos de América del Norte que pretenden aniquilar la raza indo-española; y nuestro pendón es el de la libertad y la justicia.
Hondureños todos: ningún sacrificio por grande que parezca omitiré para defender nuestro Estado. Yo sé cuánto es capaz el soldado hondureño, y confío mucho en la PROVIDENCIA que vela siempre a quien sostiene una buena causa. Rodead al Gobierno prestándole vuestro eficaz apoyo. Mi deber es luchar sin descanso. Y la más envidiable gloria a que puedo aspirar es morir por mantener ilesos los fueros de la nación.
Ejecución de Walker en Trujillo, Honduras
La ejecución de Walker no fue en forma sumaria ––como afirmó el historiador tico Víctor Hugo Acuña––, sino precedida de un proceso de seis días que constó de 52 folios. Lo realizaron el coronel Norberto Martínez y el escribano José María Sevilla en el puerto atlántico de Trujillo.
Como Walker se había declarado católico, un sacerdote (el leonés de 45 años Pedro Ramírez) lo asistió antes de ser fusilado. El cónsul de los Estados Unidos pagó diez dólares y dos y medio reales por el rústico ataúd en que fueron introducidos sus despojos para ser enterrados en Cementerio de Trujillo. Finalmente, acojo la sugerencia del embajador Jorge Llanes ––en la reunión de septiembre del GRULAC–– de ir a visitar la tumba de Walker para darle nuestras correspondientes “pataditas”.