“SI me he reído –mensaje de la amiga abogada– con eso de las cucarachas “mojadas” y las de origen desconocido «a lo catracho» ya son algo mezcladas”. «Guácala, las odio, con odio jarocho». “El año pasado vimos un Charancaco en una colonia de Tegucigalpa, jeeeee, y salí espantada, porque salió corriendo –en dos patas y la cresta extendida– detrás de mí”. Otra lectora: “Las cucarachas tan listas que son, para no “mojarse”, aprendieron a volar y que miedo dan esas ¡cucarachas voladoras!” Otra lectora: “Sería bueno que los que están en campaña política en los Estados Unidos leyeran su editorial, tal vez entiendan que no todos los latinos son “basura”, y que, como la cucaracha, llegaron para quedarse, y algunos, como la luciérnaga, a brillar”.
(-Ya ves –ayer decía Winston en la conversación de cierre– cada cual, con su misión, todos somos importantes en la viña del Señor). Según los datos de la consulta, las cucarachas –su valor al balance del ecosistema– son “fuente de alimento para aves, anfibios, mamíferos, reptiles”. “Son carroñeras y se alimentan de materia orgánica, como hojas, madera, frutas podridas y restos de animales, lo que ayuda a la descomposición de material indeseable, reciclaje de nutrientes y la fertilidad del suelo”. Ciertas especies tropicales “se mueven entre las plantas en busca de alimento contribuyendo a la polinización”. La ciencia, así como las ratas sirven a sus experimentos, “también investiga cucarachas, por su resistencia a condiciones extremas y su robusto sistema inmunológico”. “Compuestos antimicrobianos en sus cerebros son claves en el hallazgo de nuevos antibióticos y tratamientos contra infecciones resistentes”. Por su simplicidad biológica, “sus sistemas digestivos, nervioso e inmunológico, han aportado conocimiento a otros campos de la biología y a los estudios fisiológicos”. Hasta en experimentos de investigación aeroespacial, “por su capacidad de adaptación en condiciones extremas –incluida la microgravedad– ayudan a entender como ciertos organismos responden a los ambientes espaciales”. Saliendo de las cucarachas, igual consultamos sobre la lista de animalitos del trópico y de la selva de la región centroamericana en peligro de extinción: “El jaguar (mantiene el equilibrio de las poblaciones de herbívoros); el guacamayo rojo (vital para la dispersión de semillas de grandes árboles en las selvas centroamericanas); el ocelote (controla las poblaciones de pequeños mamíferos y aves); el águila arpía (controla las poblaciones de mamíferos arbóreos como monos y perezosos); el mono araña centroamericano (dispersión de semillas y contribuye a la regeneración forestal en las selvas); la rana arborícola de ojos rojos (indicador clave de la salud de los ecosistemas acuáticos y de la calidad del agua); el tapir centroamericano (consume una amplia variedad de frutos y dispersa sus semillas a lo largo del bosque); la tortuga marina verde (ayuda a mantener la salud de los lechos de algas marinas y de los arrecifes de coral); el pecarí de labios blancos (al remover el suelo en su búsqueda de alimento, favorece la regeneración de ciertas especies de plantas y la estructura del suelo); y el manatí antillano (en los ríos y costas de América Central, ayuda a mantener las praderas de pastos marinos)”.
(¿Y que hay –tercia el Sisimite– de las cucarachas voladoras? -Creo que no todas vuelan –responde Winston– pero vos, por tu antigüedad, podrías ilustrarnos. -Consultamos eso –vuelve el Sisimite– y dependiendo de las especies, hay voladoras que utilizan sus alas para planeos cortos cuando se sienten amenazadas. Y otras pueden volar distancias más largas, especialmente los machos que tienen las alas más desarrolladas. -Pero yo he visto –interrumpe Winston– unas que vuelan hasta 4 metros cuando salen de huida. Así que de ahí ha de salir aquella frase irónica: “el que no corre vuela”, de quienes cuando hay algo de interés, se adelantan a los demás para obtener los beneficios).