“DEMASIADA pluma –un amigo fundador del colectivo, alusivo al cuento del fin de semana, “¿PEREGRINO?”– elegante uso de palabras de lo más rico del Español, bien tratado; una pieza corta pero riquísima en el léxico, para tratar un tema tan cotidiano pero de cruda realidad”. “Tal vez no convenza de no irse a los que se van, pero vergüenza debería dar el saber que esto pasa a diario y ya perdimos hasta el orgullo de no poder dar ni esperanza”. Una profesional que obtuvo trabajo en el extranjero: “Está ¡súper bonito!” “Es la realidad de la mayoría de los hondureños”. “Ando sensible y filosófica, jaja, pero, todos andamos en busca de un mejor futuro y eso nos lleva a dejar un montón de lugares”. “Pero, personas privilegiadas como nosotros, podemos seguir trabajando y esperar en la comodidad de nuestras casas, mientras llega ese mejor futuro; obvio que siempre trabajando”. “Pero la realidad de muchos no es esa, ellos agarran sus tres trapitos y literal se lanzan a la muerte porque no saben lo que les espera”. “Hay un montón de personas que cuestionan ¿por qué la gente emigra así?”. “Pero es que el sentimiento de desesperación y de hambre ha de ser terrible”.
“Toca el corazón –la amiga exmagistrada– esa historia”. “La hermana de mi cuñado se fue así, un día, para reencontrarse con su pareja, trabajar y darle un mejor futuro a su hijo, quien quedó aquí, muy chiquito junto a su abuela; y nunca supimos de ella”. “Se perdió en el camino”. “Sus acompañantes jamás dieron razón de lo que pudo haberle ocurrido”. “Hoy su hijo, adulto y profesional reside en el país del norte de manera legal”. Otra amiga lectora: “¡Huy, que capacidad! Es usted increíble ¡que impresionante!”. “Me encanta”. Un pariente: “Muchas gracias por compartir este escrito que de una manera amorosa y bella, nos recuerda de que aún hay mucho por hacer para cambiar la cruel realidad que viven la mayoría de nuestros compatriotas”. “Bellísimo”. Otro querido pariente: “Carlos, creo sin lugar a equivocarme, que este es uno de los mejores editoriales que has escrito”. Una lectora amiga: “En mi mente, gracias al detalle de su descripción, pude vivir –la desesperanza– el sentimiento de ese muchacho, y de su apa”. “Revive el momento, cuando siendo cónsul en ciudad de México, me tocó visitar, a un muchacho, literal, que solo quedaba la mitad de él, porque cayó de la bestia”. Todos debemos tomar conciencia de los peligros que se enfrentan nuestros compatriotas”. Otro amigo lector: “A vuelo de pájaro se podría decir que, si le fue bien y está enviando remesas, es que todo tropiezo, que encontró en el camino, valió la pena”. “Entonces, se colige, que los que prefieren quedarse sentados, en la piedra, que tienen enfrente de su casa, ahí se van a quedar, inmóviles, temerosos e incapaces de detener el tiempo y dejando correr los días”. “Viendo pasar, de ida y de venida a caballeros y damas que, día a día, asisten a sus trabajos o a los que corren el riesgo de unirse a la caravana”. Entonces, haré mías las palabras del cangrejo, que dijo, a manera de moraleja: «Más vale intentar salir de la cubeta, que quedarse en ella».
(A nadie se le aconsejaría –tercia el Sisimite– dejar la tierra donde nace, su hogar, sus amistades de siempre, arriesgando todo en un trayecto tortuoso que bien pudiese costarle la vida. Aparte que cada vez los obstáculos para llegar son mayores y ya la inmigración no es bienvenida en ningún lado. Pero, solo quien la sufre puede saber la angustia de no tener trabajo digno, el ingreso básico para su sustento y el de su familia. -Así es –concuerda Winston– la necesidad obliga. La ironía de esta tragedia es que la migración, históricamente, ha sido la válvula de escape –entre otras razones– a la colosal carencia de empleos en el país. Si ya los índices de desocupación son altísimos, ¿cómo serían si toda esa gente que se fue no se hubiese ido? Y más irónico aún que los que se fueron porque el país no pudo responder a sus seguridades básicas, son los que, con sus remesas, sostienen la economía nacional, equilibran los ingresos de tantas familias, y gracias a los dólares que mandan, evitan el despanzurramiento del valor del lempira. ¿Y cuándo van a abordar esa semejante injusticia y la naturaleza de este problema como Dios manda? -¿Y es que acá –interrumpe el Sisimite– no se les ocurrirá qué hacer para dar empleos? -¿O no será –se rasca la cabeza Winston– que lo que se les ocurre es lo contrario de lo que se ocupa para generarlos?).