DESDE hace por lo menos cinco decenios se ha venido debatiendo, en nuestro país, la importancia de la educación como primer factor para el desarrollo. Sin embargo, en el camino también han terciado aquellos que colocan otros dos grandes pilares, también desde la perspectiva del desarrollismo, que son fundamentales en países como Honduras. Ellos se han referido a la sanidad pública y a la construcción de un aparato económico expansivo.
Sin lugar a dudas la educación es importante cuando se trata de sacar de la ignorancia a pueblos enteros, y sobre todo cuando se busca formar el capital humano que se requiere a fin de estar al día frente a las presiones técnicas nacionales e internacionales. Aquí se conjuga tanto lo espiritual como lo material. Pero aquellos que alegan que los niños y los jóvenes enfermos y con hambre se encuentran incapacitados al momento de los rendimientos académicos, también llevan un alto porcentaje de razón. Por eso vale la pena matizar las discusiones con cuidado, para lo cual es importante medir en cada localidad el famoso “Índice de Desarrollo Humano” (IDH), y de este modo extraer las mejores conclusiones.
Sin un aparato económico fuerte es poco menos que imposible sostener la educación pública y privada de cada país, por lo que también se entorpece la atención médica en los hospitales públicos y los respectivos centros de salud. Cada proyecto sanitario requiere de un fuerte financiamiento y al mismo tiempo que los padres de familia posean ingresos estables que faciliten la educación de sus hijos.
Otro tanto ocurre al momento de construir nuevas aulas y contratar maestros con mejores estándares. Alguien con conocimientos de este tema sugería que jamás se aprobaran proyectos sin contar con el respaldo financiero. Pero las finanzas derivan de las capacidades económicas de base. Es más, sin un aparato económico fortalecido los jóvenes (y hasta los niños) se ven en circunstancia de emigrar masivamente al exterior o de meterse en organizaciones criminales, como ha sido el caso de Honduras.
Llegamos a la conclusión previa que los tres pilares (educación, sanidad y empleo rentable) son determinantes frente a los desafíos actuales. Así que las tres posturas enunciadas en los párrafos anteriores, se encuentran íntimamente entrelazadas. Y todos tienen razón al respecto. No se puede atender un solo factor descuidando indolentemente los demás.
Ahora veamos los detalles internos del factor “educación”. No se trata de enseñar por salir del paso en las aulas de los tres niveles del sistema educativo nacional. Hay que analizar los contenidos de las asignaturas y las capacidades verbales de los profesores. Uno de los más dolorosos señalamientos es que los jóvenes actuales han dejado de leer por pasar “chupados” en las redes sociales. Inclusive se han reducido sus capacidades idiomáticas si se las compara con los niveles de lectura verbal de las generaciones anteriores. Antes era una obligación que los niños y los muchachos leyeran en voz alta dos o cuatro horas a la semana en las escuelas primarias y colegios de secundaria. Aparte de ello se elegían con cuidado los contenidos que se tenían que leer y estudiar. Ahora rellenan de tareas a los alumnos para que sus padres las resuelvan en sus casas. Y parte sin novedad.