Víctor Manuel Ramos
Arturo Mejía Nieto es uno de los más destacados escritores nacidos en Intibucá. Su producción se enfocó en la narrativa, el cuento y la novela, pero también incursionó en temas sociopolíticos relativos a la realidad americana, en la biografía con un libro sobre Francisco Morazán, sin dejar de mencionar su participación en importantes diarios bonaerenses como La Nación, en periódicos de Paraguay y de otros países y en las revistas literarias de Honduras y Buenos Aires, además de ejercer la diplomacia.
Nació en la ciudad de La Esperanza, situada en la meseta de Eramaní en el departamento de Intibucá, uno de los lugares más fríos de Honduras. La Esperanza se caracterizó por ser un centro cultural en torno al del Instituto de Segunda Enseñanza, fundado por el presidente Luis Bográn a finales del siglo XIX. A esta época corresponden muchas importantes bibliotecas, pues a La Esperanza llegaban no solo las publicaciones nacionales sino también muchas internacionales cuyos ejemplares formaron parte de los acervos bibliográficos principalmente de los maestros egresados del Instituto que contaban con una muy sólida formación cultural y de los egresados universitarios.
Nació el 3 de unió de 1900. Sus padres: Vicente Mejía Velázquez y Lucía Nieto. Era hermano de padre de quien ejerció la presidencia constitucional de la República, el Dr. Vicente Mejía Colindres.
Realizó estudios primarios los realizó en La Esperanza. En 1917 egresó de la Escuela Normal de Occidente en la misma ciudad y luego se trasladó a Tegucigalpa en donde obtuvo el título de Maestro de Enseñanza Primaria en la Escuela Normal de Varones, en 1919. Luego viajó, en 1922, a Los Estados Unidos de Norteamérica para realizar estudios de Pedagogía, en el Carleton College, en la Universidad de George Town y en la Universidad de Missouri de donde egresó con diploma, en 1929, en Filosofía y Letras. Desde Missouri, según Óscar Acosta, escribió una nota relacionada con la muerte del periodista hondureño Paulino Valladares, acaecida en Ciudad de Panamá, fechada en la universidad, el 2 de diciembre de 1926.
Cuando en 1929, su hermano Vicente Mejía Colindres asume la presidencia de Honduras, éste le nombra cónsul y secretario de la Legación de Honduras en Buenos Aires, Argentina, en donde se radica definitivamente y no regresa más que en visitas rápidas a Honduras o va a Paraguay a ejercer funciones diplomáticas. En 1946 ascendió a ministro Plenipotenciario y desde 1949 fue acreditado como ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario en Buenos Aires, Montevideo y Asunción en tiempos diferentes. La Junta Militar de Honduras le asignó como jefe de Legación en Lima, cargo que no aceptó porque se le bajaba de categoría.
Escribe en los diarios La Nación y La Prensa y la revista Leoplán en donde le admiten como colaborador. Con sus columnas Cartas asuncinas, Meditaciones hondureñas y Conversaciones a larga distancia, ejerció el periodismo cultural.
En Buenos Aires, Mejía Nieto contrae nupcias con la pintora argentina Dolores Sánchez, matrimonio del cual no nacieron hijos. En su casa de habitación, situada en Buenos Aires, en la Avenida Córdoba 1237, tenía una importante biblioteca con obras trascendentales firmadas, en gran parte, por sus amigos, como pudo constatar el poeta hondureño Óscar Acosta, cuando le visitó en dos ocasiones.
Óscar Acosta conoció personalmente a Mejía Nieto (1959), aunque desde antes habían cruzado correspondencia, y nos cuenta que en casa de su amigo, el escritor le “mostró su valiosa biblioteca con cienes de ejemplares autografiados por célebres autores, decenas de fotografías en las que aparecía al lado de escritores de renombre de la cultura, su cubertería inglesa de plata, su colección de pipas y un número crecido de obras de arte de variados orígenes compradas en tiendas de antigüedades”. Durante el transcurso de la conversación, Mejía Nieto hizo cariñoso recuerdo de los más importantes escritores hondureños y de amigos intelectuales sudamericanos: Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Leopoldo Marechal, Ricardo Molinari, Eduardo Mallea y Julio Cortázar.
Estableció múltiple correspondencia con muchísimos intelectuales. Acosta dice que tenía archivadas veintiuna cartas de Mejía Nieto y le llamaba El Carteador por su afición a escribir misivas, igual que Rafael Heliodoro Valle. En el Fondo Rafael Heliodoro Valle de la Biblioteca Nacional de México, ubicada en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que contiene toda la biblioteca de Valle, Ludmila Valadez, investigadora del Fondo, registró en su libro Gruía del archivo de la correspondencia de Rafael Heliodoro Valle , nada menos que una correspondencia de 266 cartas con Mejía Nieto cursadas entre 1921 y 1968.
Cuando yo tenía 16 años, desde La Esperanza le envié una carta hasta Buenos Aires a Arturo Mejía Nieto. En ella le contaba mi interés por la literatura y que preparaba un libro sobre Antonio Ramón Vallejo. Mi sorpresa ocurrió unas semanas después: el cartero llegó a mi casa con una carta desde Buenos Aires firmada por Mejía Nieto. En ella, con mucho cariño, me felicitaba por ser esperanzano y por mi inclinación a las letras, me deseaba muy buena suerte por mi trabajo sobre Vallejo y me aconsejaba leer mucho. Venía además un periodiquito en el que había una columna con apreciaciones críticas breves sobra su obra. La carta desgraciadamente se extravió, pero debe haber copia en sus archivos que no sé en qué manos quedaron.
En la última carta, desde Buenos Aires, dirigida al poeta Óscar Acosta, le pide sumar su prestigio al de muchos otros amigos para que le concedan el Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa. La carta está fechada el 21 de abril de 1972, desgraciadamente un mes más tarde falleció. Pero yo creo que no es tarde para reconocer los méritos de este insigne escritor nuestro, hacer otra excepción y concederle el premio este año, sin menoscabo del que le corresponde a un autor vivo. La familia, en La Esperanza, sería bueno nos remita los documentos para que la Academia Hondureña de la Lengua haga la formal propuesta
Copio un párrafo de esa carta: “yo le pido encarecidamente una su autorizada voz y su prestigio a la de tantos amigos hondureños que, al escribirme para proponer mi nombre al Premio Nacional de este año, tratan de mover la necesaria voluntad de Ud. y yo que así lo pensaba, no creo quedar defraudado.”
En 1933, Arturo Mejía Nieto recibió el premio del mes de mayo “El perfil americano”, entregado por el Pen Club de Buenos Aires.
En Sud América, la obra de Mejía Nieto fue muy bien valorada. Se publicaron muchos textos de análisis crítico de su obra y la prensa bonaerense siempre recibió con buen suceso la publicación de sus libros que aparecían casi cada uno o dos años. En 1957, el escritor norteamericano J. Riis Owre publicó un ensayo sobre la obra de Mejía Nieto: A. M. Nieto contemporary honduran short story writer (A. M. Nieto un autor contemporáneo de cuentos cortos), que no he localizado, y también encontré en el internet una nota crítica sobre sus dos primeros libros escrita por la costarricense Carmen Lyra, publicada en El Repertorio Americano junto con un cuento de Mejía Nieto: “La muerta”.
Medardo Mejía, un destacado intelectual hondureño, escribió: “Fue firme y seguro escritor. Y a la vez fecundo y diverso porque ensayó varios géneros. Lástima que insistiera en los temas hondureños, sin hacer constantes viajes al país para recoger el calor y la vida de la tierra que luego transmitiría a sus personajes.” Considera Medardo que a Mejía Nieto no se ha valorado adecuadamente en el país y que la crítica le situará oportunamente en el lugar que merece junto con otros valores nacionales.
Manuel Salinas Paguada , en su artículo Breve reseña del cuento moderno hondureño, afirma que Arturo Mejía Nieto, junto con Marcos Carías Reyes, Arturo Martínez Galindo y Federico Peck Fernández, todos miembros del grupo Renovación, fueron los primeros en iniciar la modernización del cuento hondureño. Salinas Paguada concibe dos vertientes de narradores hondureños a principios del siglo XX: por un lado, el criollismo (con sus variantes costumbrismo y regionalismo) aglomerando a la mayoría de los narradores y por el otro la vertiente cosmopolita representada por Arturo Mejía Nieto y Arturo Martínez Galindo. Ambos escritores vivieron un tiempo de sus primeros años como creadores en Los Estados Unidos en donde, seguramente, fueron influidos por las nuevas corrientes de las narrativas norteamericanas y europeas que les permitió superar el criollismo y escribir literatura cosmopolita, centrada más en los personajes que en el medio ambiente y el paisaje y mediante la utilización de nuevos enfoques, como lo advierte Carmen Lyra.
En la presentación para mi libro La minificción en Honduras hago referencia a un ensayo de Arturo Mejía Nieto y le considero a él como único teorizador en Honduras sobre la narrativa, con el trabajo: Estructuras del cuento y sus leyes. Este ensayo fue publicado por Óscar Acosta en el Boletín Universidad de Honduras de la Secretaría de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y posteriormente lo reproduje en la Revista de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán. En uno de sus párrafos, leemos: “constituye [el cuento corto] por su brevedad y vívida forma de expresión, el texto adecuado al ritmo acelerado de la vida […] Capaz de distraer por su variado material de tema, ya sea lo humorístico, lo erótico o misterioso, la intriga o la farsa, sirve para despertar la imaginación de millones de seres sometidos al yugo de la existencia moderna.”
Arturo Mejía Nieto, murió en Buenos Aires, el 16 de mayo de 1972, y sus restos fueron trasladados a Tegucigalpa, en donde fue sepultado. En su velatorio, dice Óscar Acosta, hicieron guardia de honor el embajador argentino Carlos Aldemar Ferro, Jaime Fontana, Ramón Oquelí y el mismo Óscar y escribieron artículos en su homenaje: Jorge Fidel Durón, Medardo Mejía, José María Espinoza, Ramón Oquelí y muchos escritores sudamericanos. En La Esperanza, su pueblo natal, hay un busto suyo en el Parque López y la escuela primaria frente al parque lleva su nombre. En su obra, La Esperanza aparece con el nombre de Santa Clara.
1 Acosta, Óscar: El buen “carteador”: En Cuentos completos de Arturo Mejía Nieto, Editorial Iberoamericana, Tegucigalpa, 1998. Págs..
7-12.
2 Acosta, Óscar, id.
3 Acosta, Óscar, id.
4 Valadez Valderrábano, Ludmila: Gruía del archivo de la correspondencia de Rafael Heliodoro Valle; Cuadernos de Antropología d Historia, No. 8, Instituto Hondureño de Antropología e Historia, edición de Víctor Manuel Ramos, Tegucigalpa, 2009.
5 Acosta, Óscar, Id.
6 Salinas Paguada, Manuel: Breve reseña del cuento moderno hondureño, en Cahiers du monde hispanique et luso-bresilien, No. 36, 1981, Numero consacré à l’Amerique Centrale, pags. 53-74.
7 Ramos, Víctor Manuel: Presentación, en La minificción en Honduras; Editorial Girándula, Tegucigalpa, 1ª. edición, 2007, pag. 21 8 Mejía Nieto, Arturo: Estructuras del cuento y sus leyes. Universidad de Honduras, Boletín de la Universidad, Publicación de arte y letreas de la Secretaría General, Año II, Nos, 23 y 24, junio y julio de 1960, Tegucigalpa, pags. 15 y 16.