Definitivamente, en política no hay amigos ni enemigos permanentes. Nada es negro o blanco, sino más bien existen tantas combinaciones de colores como en el arco iris, según los intereses personales o partidistas en juego. Y no es para menos, pues se trata de alcanzar el poder político de la nación por todos los medios posibles. Por tanto, si no se tienen los medios y recursos suficientes para ello, se recurre a negociaciones y arreglos que muchas veces tiran por la borda cualquier lógica posible. ¡Todo se vale! Y la frase de origen controvertido, de que “el fin justifica los medios”, atribuida principalmente al filósofo político italiano Nicolás Maquiavelo, y también a Ignacio de Loyola, Thomas Hobbes, Napoleón o Hermann Busenbaum, adquiere un carácter que no tiene el menor desperdicio.
En lo personal, soy un liberal de ideas políticas, un convencido demócrata, que defiendo la libertad individual, la igualdad ante la ley, la separación de poderes y la tolerancia en el marco del Estado de Derecho. Hasta ahora he creído que por las circunstancias políticas, sociales y económicas que se viven en el país, el Partido Liberal tiene una inmejorable oportunidad de ganar las elecciones generales de noviembre de 2025.
Aprecio que el partido en el gobierno tiene ganado un repudio, casi generalizado de la población. Y que los electores saldrán en masa a votar para sacarlos del poder. Una situación semejante a lo que ocurrió en contra de los nacionalistas en las elecciones del 2021, en donde sufrieron una merecida paliza histórica a consecuencia de los escandalosos desaciertos cometidos por su administración en dos períodos de gobierno, y encima, el segundo fuera de la ley.
Con esta pesada carga y estigma en sus espaldas, no tengo claro qué chance puedan tener de salir victoriosos, al menos próximamente. Pero… como dice la canción de Rubén Blades, Pedro Navaja: “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. Por el contrario, el Partido Liberal hoy luce revitalizado luciendo nuevos rostros y liderazgos que han despertado el entusiasmo de sus miles de miembros y simpatizantes que parecían tibios, indiferentes, disociados de la causa rojo y blanco. Y ni qué decir, de muchísimos que como el hijo pródigo de la parábola bíblica han vuelto a la casa de la que un día decidieron emigrar.
Claro está, que para alcanzar su fin supremo tienen que darse una serie de factores claves. Por ejemplo, que el precandidato que resulte triunfador en las internas de marzo próximo, sea respaldado por los que no salieron favorecido por el voto de las mayorías. Ese respaldo tiene que venir también de los diputados del Congreso Nacional, incluyendo a su jefe de bancada. Apoyo del Central Ejecutivo. De las bases. De los alcaldes. De los líderes de barrios y colonias. Del voto duro y la vieja guardia del partido. Y mucho cuidado con esas alianzas al estilo Iscariote. Cuidado con caballos de Troya y dejarse meter autogoles. ¡Así sea!
J.J. Pérez López.
Barrio El Manchén.
Tegucigalpa, M.D.C.