“¿QUÉ se debería hacer al respecto—pregunta el moderador, en la entrevista de presentación de “Nexus”, sobre las plataformas tecnológicas que inundan el ambiente con falsa información, instigadoras de odiosidad y de conflicto–si el gobierno debe realmente intervenir?” –“Dos cosas se deberían hacer—responde Harari– a nivel gubernamental y hay algo que hacer al nivel individual”. “Al nivel gubernamental, las dos cosas más obvias que se deben hacer son vetar a los humanos falsos”. “No queremos algoritmos que se hagan pasar por humanos y por lo tanto disponiendo de nuestro sistema informativo”. “Si te conectas a Internet, por ejemplo, a Twitter, verás que la historia tiene mucho tráfico y piensas: “Oh, muchos humanos están interesados en esto, así que yo también debería involucrarme”. “Pero no son humanos, son algoritmos y esto debería prohibirse”. “Así que no deberíamos tener la situación en la que algoritmos que se hacen pasar por humanos estén dirigiendo nuestras conversaciones”.
“La otra cosa –prosigue–es que las corporaciones deberían ser responsables—punitivamente– de las acciones de sus algoritmos”. “Siempre que se habla de ello con las grandes empresas tecnológicas, inmediatamente levantan la bandera roja de la libertad de expresión: “No queremos censurar a nuestros usuarios.” “El problema no son los usuarios humanos”. “Los humanos producen una cantidad normal de contenido”. “Parte de él, es odio y codicia, pero también hay mucho otro contenido bueno”. “El problema es que los algoritmos corporativos de Twitter y Facebook, etc., difunden deliberadamente el odio, el miedo y la codicia porque esto es bueno para sus intereses comerciales; y esto es de lo que deberían ser judicialmente responsables por las decisiones y acciones de sus algoritmos, no por lo que hacen los usuarios humanos”. –“Has hablado—pregunta el moderador– de que los humanos tienen cierta información errónea y luego has hablado de la forma en que funcionan los algoritmos. ¿Existe una diferencia entre un sistema de información orgánico, es decir, un sistema de información humano, y uno inorgánico?” -“Las diferencias—explica Harari–son que las entidades orgánicas como nosotros, como los seres humanos, trabajamos en ciclos y, hay día, hay noche, invierno y verano, a veces estamos activos, a veces necesitamos descansar, necesitamos dormir.” “Los algoritmos nunca necesitan descansar, no son orgánicos y lo que vemos en el mundo ahora, es que nos fuerzan para que funcionemos a su ritmo; nunca hay tiempo para descansar.” “Entonces, el ciclo siempre está activo”. “Los mercados siempre están activos. Los juegos políticos siempre están activos y si se fuerza a una entidad orgánica a estar activa todo el tiempo, a estar siempre excitada, al final colapsa y muere”. “La palabra más incomprendida y abusada en el idioma inglés hoy en día, es “excitado”.
“Mucha gente confunde la palabra excitación con felicidad”. “Como cuando conocen a alguien y dicen: «Oh, estoy tan emocionado de conocerte, o como cuando publicas tu libro, “todo esto es muy excitante”. “La excitación no siempre es buena”. “La excitación para un ser orgánico, como un ser humano, significa que su sistema nervioso y su cerebro están muy comprometidos, muy activos”. Si mantienes un sistema orgánico muy excitado, todo el tiempo, se rompe, colapsa y eventualmente se muere”. “Y esto es lo que le está sucediendo a las democracias en el mundo, es lo que le está sucediendo a la humanidad”. “Estamos demasiado excitados”. “Necesitamos tiempo para descansar, necesitamos reducir la velocidad y, porque le damos creciente control del mundo a algoritmos inorgánicos incansables que nunca necesitan descansar y que pueden aumentar la excitación todo el tiempo, nosotros nos estamos descompensando”. “Necesitamos más moderación, no excitación, en lo político en lo económico en muchos campos”. (Continuará). (Otro fenómeno—tercia el Sisimite—que hemos tocado, hasta en poesía, anécdotas y literatura, en los editoriales. -Si—tercia Winston—tanta prisa hay en la sofocada sociedad de ahora—apuro por nada urgente, absortos en menudencias y metidos en babosadas intrascendentes. Día y noche en desenfrenada agitación, manipulada por algoritmos — mandando y recibiendo triviales mensajitos, de vida o muerte– contagiados de esa adicción hipnótica a las redes sociales y a los chunches digitales. Carrera contra el reloj, como almas que se las lleva el diablo, sin la serenidad de disfrutar nada de nada de lo bueno, motivo de la felicidad. Se pierde lo más valioso de la vida olvidándose de vivirla. Hasta que se acaba el tiempo, –tristemente desperdiciado— e implacable, sin haberlo valorado, nos sorprende desprevenidos, colocando su punto final a la excitación.)