Autor: Luis Alonso Gómez Oyuela
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EL PARAÍSO, El Paraíso. La sociedad paraiseña ofreció tributo de amor a la voluntaria de JICA y solidaridad a la familia Kyoko Hitoshi, el pasado 23 del presente, ante el sensible deceso de Kyoko, acaecido mientras realizaba el voluntariado en las áreas de educación en la ciudad de El Paraíso, hecho que conmovió a la población en general y en particular el sector de educación y las personas que fueron anfitrionas durante el tiempo que desempeñó con amor su trabajo con los niños.
La profesora María Manuela Martínez escribió una emotiva semblanza sobre la experiencia de haber sido anfitriona en su hogar de Kyoko, ausente hoy del escenario terrenal. El mensaje fue dirigido al embajador de Japón, Nakahara Jun, también la representación de la Agencia Japonesa de Cooperación Internacional (JICA). A la familia de Kyoko Hitoshi y ciudadanos de El Paraíso en los términos siguientes:
“Que la vida es un suspiro que pasamos de una casa de campaña a una mansión celestial en un abrir y cerrar de ojos, es una reflexión para todos. Kyoko ayer reía, cantaba, hacía planes, enseñaba. Hoy yace su cuerpo inerte, quietud y calma son su compañía. Según vivimos así morimos, su corta vida da lecciones: amar, servir, enseñar con pasión, seguros que la educación, el trabajo honesto, los valores, cambian la vida para bien, nos hace mejores personas cuyo resultado se traduce en tener mejores ciudadanos y una patria próspera para bienestar de todos los hondureños.
En nuestros hogares se han alojado muchachos y muchachas japoneses que como Kyoko han impactado en nuestras vidas y en la vida de muchas personas, el nombre de su país ha sido enaltecido han puesto el nombre de su país en alto, dejando huellas de su cultura, su buena educación, tradiciones, arte y amor a su país.
En nuestro hogar y en el hogar de varios paraiseños han desfilado japoneses como Nagisa, Mayuca, Manami, Tacuya, Nahojiro, Hanae, Kei… llegó el turno a Kyoko Hitoshi, robándonos el corazón de nuestra familia, niños, educadores, personas de todo tipo, ¿por qué? Ella actuaba y vivía con modestia, humildad, con pasión por la educación, espíritu de superación, iba al gimnasio, recibía clases de música, estudiaba más español, interactuaba con sus amigos voluntarios, viajó a lugares paradisiacos que nosotros no hemos visitado, dentro y fuera de Honduras. Nuestra gastronomía era exquisita para ella. Se nos va… se nos fue Kyoko, pero mucho de ella se queda con nosotros. Fue feliz, nos hizo felices”, concluye el mensaje de María Manuela Martínez.
Tras las huellas que dejó Kyoko en el espacio donde cada día caminaba, personeros de JICA junto a sus padres Hitoshi y Yunko, hicieron el recorrido por donde ella caminó. Minutos después los acompañantes permanecieron alejados para permitirles un tiempo de intimidad por respeto a las reflexiones propias de sus progenitores. Estuvieron varias horas, sumidos en los recuerdos de acuerdo a las costumbres de una cultura milenaria.
La ceremonia se llevó a cabo en la Escuela Francisco Morazán. Por decisión de sus progenitores los restos (cenizas) de Kyoko fueron depositados bajo hermosos almendros, acto de amor, donde se fusionó la cultura hondureña con la japonesa. Un acto solemne donde hubo cantos y lágrimas. El pequeño espacio donde fueron depositadas las cenizas quedó saturado de flores, llanto contenido y promesas de continuar con la obra de la pequeña, alegre y sincera japonesa que anheló que el inglés se aprendiera no solo en la ciudad sino en las escuelas del área rural.
También se realizó un homenaje en la funeraria de la capital en presencia del embajador, Nakahara Jun y su esposa. Autoridades de JICA, voluntarios y paraiseños que se movilizaron hasta la capital. La Bandera de Honduras y Japón flamearon alto porque nos impulsa el amor por la voluntaria Kyoko, expresaron con nostalgia, los que siguieron paso a paso el trabajo de la voluntaria de JICA, quien falleció en esta ciudad a consecuencia del dengue.
Otra de las escenas emotivas del acto la protagonizó el novio de Kyoko. No quiso hacer de lado el quehacer fundamental de El Paraíso. Fue, a una finca para recolectar flores de café y depositar al pie del pequeño arbusto un ramo de azahares que él mismo confeccionó con sentimiento y amor para la jovencita que amó hasta el final. El lanzamiento de globos por los maestros y alumnos en memoria de la joven voluntaria constituyó otra parte emotiva de la ceremonia.
Los padres de Kyoko, según relató de la profesora María Manuela Martínez, durante su estancia en su hogar, antes de regresar con sus corazones rotos a su país, recorrieron todos los sitios que fueron parte del escenario en vida de su hija. Quisieron vivir junto a ella cada momento, aunque en ausencia, sentir su presencia con cada detalle.