- Creo un proyecto de vida y para la vida de niños de bajos recursos, en Cane La Paz.
Por: Luis Alonso Gomez Oyuela
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DANLÍ, EL Paraíso. Honduras es cuna de hombres y mujeres ilustres, y cada uno aporta al desarrollo humano desde distintas áreas y espacios geográficos. Entre estos personajes se encuentran los que han sido llamados para servir a los demás; todos, de alguna manera, merecen un reconocimiento especial, pues esta labor es una acción voluntaria, decisión propia, en la que se involucra la ética, la responsabilidad y el valioso tiempo personal y familiar para mejorar el pequeño mundo que nos rodea y que sea más equitativo y armonioso.
En el pintoresco municipio de Cane, en el departamento de La Paz, a solo noventa y dos kilómetros de la ciudad capital, Tegucigalpa, encontramos a la ilustre dama Clementina Martínez Lizardo, quien ha dedicado más de la mitad de su vida al voluntariado, aún más allá de sus posibilidades, pues aún con noventa y cuatro años recién cumplidos mantiene en pie su proyecto de vida, un comedor infantil para niños de familias de bajos recursos.
Esta iniciativa, según nos cuenta la altruista profesora de generaciones, Clementina Martínez, nace en el aula de clases junto a sus niños del primer grado hace unas cinco décadas: “Los padres de familia me buscaban para que me hiciera cargo del primer grado en la escuela Manuel Francisco Vélez de este municipio; al ser niños pequeños, me dolía mucho ver cómo algunos llegaban hasta a desmayarse porque no habían desayunado en sus casas. Las condiciones de aquella época eran muy duras.
Entonces yo los llevaba a mi casa y les daba leche y algún alimento, así surgió la idea de un comedor infantil, el que con ayuda de mi esposo y de mis hermanas logramos echar a andar. En esos inicios tenía “madrinas” que contribuían para salir con los insumos semanalmente; también con las madres de familia vendíamos nacatamales y estofado y hacíamos rifas para sufragar los gastos porque se brindaba atención de lunes a viernes hasta llegar a atender alrededor de noventa niños en los años ochenta y noventa”.
La constancia y la responsabilidad de la profesora Clementina la llevó a tocar muchas puertas, incluso las del Gobierno y de algunas entidades dedicadas a la solidaridad, fue así como logró un espacio y la construcción de un local propio, también con ayuda de manos amigas norteamericanas. Y como profesora de formación integral, cada detalle cuenta, así que ha procurado que el almuerzo, que es lo que actualmente ofrece de lunes a viernes, sea balanceado: “un día les damos pollo, arroz y vegetales; otro es espaguetis con carne molida; otro es pastelitos de pollo y arroz y acompañados de ensalada, así vamos buscando salir adelante con lo que las personas voluntarias, amigas de la familia, nos van mandando.
También se le paga algo simbólico a la persona que cocina y a la que asea el local. Mi hijo y mi nuera son mi mano derecha, nunca me han dejado sola”. Y con una sonrisa de gratitud, la profesora Menta, como cariñosamente se le conoce, nos comenta que miembros de su familia le han pedido que se retire de esto para que descanse, pero ella siente que todavía le quedan fuerzas para continuar con esta obra de amor a la que apoyan varias personas que enlista con especial reconocimiento.
Continúa recordando con gran lucidez y elocuencia, que “en los mejores momentos el comedor recibió mucha ayuda aparte de alimentación, como zapatos, ropa, juguetes, vitaminas e insumos para mejorar las instalaciones que ahora son propias en la entrada al municipio, pero como yo ya no puedo andar como antes, no se ha podido terminar la obra. Falta el piso, mejorar el alumbrado, la acera alrededor para que no se dañen las paredes, y está prevista un área para juegos”. Bajando la mirada, dice que ojalá sus ojos no se cierren sin ver esta obra terminada.
Entre los merecidos reconocimientos a esta valiente mujer se encuentra un aula que lleva su nombre en el Kínder Alisia de Alvir de la ciudad de La Paz, también en la primera edición de los premios Quetglas de la fundación Obras Vicentinas se le entregó el galardón por su labor humanitaria en el 2014. Finalmente, es merecido destacar que Clementina Martínez Lizardo es hija del maestro de generaciones y escritor prolífico de este municipio, don Sebastián Martínez y de la distinguida señora Anastasia Lizardo. Es así como personas de acciones nobles y entregadas a los más necesitados nos hacen reflexionar sobre lo que la vida nos regala cada día.
La vida regaló a los niños de Cane, un ser humano extraordinario que ha dado la mitad de su vida para servir dando de sí sin esperar recibir nada a cambio. Quizá, la sonrisa de un niño y una mirada que irradie esperanza. La solidaridad es, por lo tanto, una de las manifestaciones del amor que lleva al cristiano a fundirse o identificarse con el prójimo. Jesús indica en el evangelio de Juan la medida del amor solidario: Este el mandamiento mío: que os améis unos a otros igual que yo os he amado, y, Clementina lo ha dado todo y se resume en una sola palabra: AMOR.